PROMESA DE AMOR

Fue el verano de 1969 cuando Graciela Barrail Ballasch y Jorge Castillo Fracchia se encontraron. «Nos conocimos un 8 de diciembre, en el Club Centenario, y mi cuñado, Maneco Galeano, nos presentó», recuerda ella como si hubiese sido ayer cuando entre los dos surgió una chispa y no pudieron evitar enamorarse.

 De aquel amor a primera vista, pasaron cuatro años de noviazgo compartiendo momentos inolvidables, hasta que finalmente un día, Jorge le propuso que estén juntos para siempre. Ella le dio emocionada el sí, quiero y comenzaron los preparativos para la gran boda, cuya fecha fue fijada para el 5 de enero de 1974. Esa noche, la iglesia San José se encontró repleta de familiares y amigos de la pareja, todos ansiosos por ver llegar a la novia.

 Graciela se enfundó en un diseño y un importante velo de tul confeccionado por la conocida modista de la época Kiki Romero. En sus manos llevó un delicado buqué de flores traídas especialmente para ella desde Buenos Aires, Argentina, que complementó su estilismo. «Mi momento favorito fue entrar a la iglesia con mi papá y encontrarme con mi futuro esposo en el altar», confiesa emocionada y agrega: «Me sentí inmensamente feliz y tranquila, disfruté mucho de la ceremonia».

 Más tarde, la recepción y el banquete tuvieron lugar en la residencia de los padres de la novia, Augusto Barrail Gatte y Rosmary Ballasch. Fue así que Graciela y Jorge se rodearon de los suyos y disfrutaron de cada minuto de la celebración, que se caracterizó por su estilo clásico y, por sobre todo, muy romántico. Los recién casados armaron sus maletas y se escaparon de luna de miel a las ciudades de Buenos Aires y Punta del Este.

 Han pasado 47 años de aquella promesa de amor que Graciela y Jorge se hicieron ante Dios y que hasta hoy sigue intacta. Juntos cumplieron el gran deseo de formar una familia y se convirtieron en padres de Carolina y Adriana, y luego en abuelos de Alejandro, Franco, Luciana, María Fernanda y Enzo. «Aún no puedo creer que estemos juntos hace más de 50 años, el tiempo pasa volando. Me encuentro muy feliz de poder disfrutar con mi media naranja, mis hijas y mis nietos», finaliza.

DETALLES

La madre de la novia, Rosmary, fue quien organizó el gran día, pues en esos tiempos era esa la tradición. Entonces, ella le regaló a su hija la fiesta que siempre soñó. «Fue superdivertida, compartimos con 400 familiares y amigos el festejo de nuestro amor», expresa Graciela. Los novios cortaron el pastel, danzaron el vals, bailaron con sus allegados hasta el cansancio e incluso pasaron su primera noche de casados junto a sus amigos, a orillas de la piscina del Hotel del Paraguay, riendo y charlando hasta el amanecer.

ANTE LA LEY CIVIL

Dos días antes de la ceremonia religiosa, Graciela y Jorge dieron el primer paso para unir sus vidas y no encontraron lugar más cálido para casarse por civil que la casa de los padres de él, Jorge Castillo Lagrave y Ana Rosa Fracchia. Con gran emoción firmaron los documentos que los acreditaron como marido y mujer ante la ley, frente a todos sus seres queridos.