«TENERLE EN MIS BRAZOS FUE INEXPLICABLE, NO PARECÍA REAL»
La vida de Fabián Vargas Jacquet dio un giro inesperado en 2017, cuando recibió la sorpresa de que se convertiría en padre por primera vez. Con esta noticia inició una nueva aventura que simplemente se resume en felicidad gracias a su pequeño, Augusto Vargas Sosa. “Estábamos llegando a la boda de un amigo y recibimos el resultado por correo. En medio de la autopista Ñu Guasu tuvimos que parar en un lugar seguro para abrazarnos y celebrar”, cuenta al recordar el momento en el que junto a su esposa, Juliana Sosa, se enteró de que su hijo se encontraba en camino.
La noticia se convirtió en una alegría inmensa para toda la familia; para Fabián, fue lo mejor que le sucedió ese año. Desde entonces esperaron con ansias conocer a Augusto, a quien llamaron así por la historia que se le atribuye a ese nombre, además de la intención que tenían de que llevara uno que tuviera relevancia.
El varoncito finalmente llegó en mayo de 2018, y cuando Fabián lo conoció fue amor a primera vista. “Tenerle en mis brazos fue inexplicable, no parecía real. Con su compañía todo se tornó fascinante y único”, cuenta. Desde los primeros días de su paternidad todo cambió de manera exponencial: comenzó a trabajar mucho más, con su pequeño compañero de travesuras como motivación principal, quien siempre lo recibe con entusiasmo y su extrovertida personalidad cuando llega a su hogar luego de su jornada laboral como médico.
Al lado de su hijo disfruta de instantes que no tienen precio. Ser papá le enseñó que el tiempo no es solamente cantidad sino calidad, y que los momentos en los que tiene la alegría de dedicarse plenamente a este rol son para disfrutar minuto a minuto, porque para él no solo es importante estar, sino también hacer que su hijo sea feliz con su presencia.
Fabián describe a Augusto como un niño alegre, dinámico e inteligente, con mucha energía y ocurrencias que transforman su día a día en experiencias memorables: “Es sorprendente, él nos hace felices a nosotros y a todos los que le rodean”. La conexión entre padre e hijo surgió inevitablemente en los primeros meses, y lo que más representa a la relación que comparten es la alegría. Ambos disfrutan de los días de juego y diversión. El fútbol es un deporte que a los dos les encanta.
Justamente, una anécdota bastante divertida que Fabián rememora con risas de por medio ocurrió durante una jornada de fútbol. «A los niños les tocaba chutar un penal con los papás; en ese entonces, Augusto solo tenía dos años, y cuando pateó, me tiré al lado contrario para que la pelota entrara al arco, pero al final mi pie la desvió y la sacó afuera».
Es sorprendente, él nos hace felices a nosotros y a todos los que le rodean
Disfrutar de la paternidad es uno de los ideales más importantes de nuestro entrevistado. Esta experiencia es la motivación que le impulsa a hacer mucho más de lo que hacía en otros tiempos y la posibilidad de brindarle felicidad a su familia. Siempre tiene presente a su propio padre, y resalta que de él aprendió a ser trabajador, dedicado y responsable; a través de su ejemplo, es la persona que es hoy. De esta misma manera pretende inculcarle a Augusto valores que le ayuden a convertirse en alguien honesto y esforzado, y que, sobre todo, sea una de esas personas que siempre dejan huellas en los demás por medio de sus buenas acciones. «Cuando sea grande lo imagino como alguien versátil, sin miedo a enfrentarse a todos los desafíos; muy entusiasta, alegre, polifacético y deportista», dice Fabián acerca de su hijo, con quien desea seguir creando nuevas historias y aventuras por el resto de su vida.
Desde que llegó Augusto, cada Día del Padre acostumbran estar juntos desde las primeras horas. En la agenda no falta visitar a los abuelos y hacer todo lo que disfrutan. Para el pequeño, ser el centro de atención de las reuniones familiares es fascinante, mientras que para Fabián tener un día completo con su hijo sin cumplir con otras responsabilidades es, sin dudas, el mejor regalo de todos.