
EL TÍTULO MÁS VALIOSO
Convertirse en madre cambió para siempre la vida de Valentina Basaglia. En plena pandemia, con el mundo detenido, nació su primera hija, y con ella, una nueva forma de amar: real, profunda, transformadora. Hoy, junto a Athena y Leonardo, descubre a diario que no hay fórmulas perfectas, sino un amor tan inmenso que compensa todo.
Valentina Basaglia nos abrió las puertas de su mundo para contarnos cómo la llegada de Athena y Leonardo transformó para siempre su vida. Licenciada en Administración de Empresas y directora de ZUBA, combina su rol profesional con su faceta de madre.
La noticia de su primer embarazo llegó en medio de una graciosa anécdota: “Estábamos en la feria Paladar y me empezaron a molestar los olores, pensaba que era una intoxicación. Cuando la doctora nos dio la noticia, no entendíamos nada. ¡Terminamos abrazados, entre lágrimas y risas!”, nos cuenta.
Ella se convirtió en mamá en mayo de 2020, en pleno aislamiento global. Mientras el mundo se detenía, se refugiaron en su hogar y se enfocaron en lo positivo: su hermosa familia. “Fue un momento muy especial. Estábamos solos con ella las 24 horas del día sin salir de casa. Hubo muchísimo tiempo para estar juntos y disfrutar a pleno. Fue una experiencia mágica, única”, detalla.
La primera patadita
Valen describió la experiencia de la primera patadita como algo emocionante e inexplicable: “Es cuando lo invisible se vuelve real, cuando ya no es solo una ilusión, sino alguien que existe. Alguien a quien amás sin haber visto”.
Si bien siempre soñó con convertirse en mamá, todo lo que imaginó se quedó corto. “Es el cambio más grande que tuve en mi vida, me enseñó a superarme cada día, a esforzarme para ser mi mejor versión, a amar sin medidas y dejar todo atrás cuando se trata de ellos”, dice emocionada. Todo cambió, pero no como un giro brusco, sino como cambia la luz a lo largo del día.
Athena, de cuatro años, es dulce y tranquila, amante del arte y con una sensibilidad que conmueve. Leo, de dos, es pura energía y alegría: “Es un terremotito andante que me derrite. Nada sin alitas, anda en bici sin rueditas y se trepa por todos lados. Tiene un carisma único”.
Valentina describe con admiración lo que significa ser madre de una niña y un niño: “Son dos mundos diferentes, con formas de amar completamente únicas. Todo lo que creía haber aprendido con Athena, con Leo fue distinto o directamente al revés. Cada uno me muestra una parte nueva de mí misma”.
Su día comienza con tareas, meriendas, agendas cruzadas, pero hay pequeños rituales que no negocia: las comidas compartidas, las historias antes de dormir…: “Les leo infinitos cuentos. Ese es nuestro momento, cuando el tiempo se detiene”.
“ES EL CAMBIO MÁS GRANDE QUE TUVE EN MI VIDA, ME ENSEÑÓ A SUPERARME CADA DÍA, A ESFORZARME PARA SER MI MEJOR VERSIÓN, A AMAR SIN MEDIDAS Y DEJAR TODO ATRÁS CUANDO SE TRATA DE ELLOS”
El legado del amor
Al preguntarle sobre su mayor aprendizaje en la maternidad, responde sin dudar: “Conocí lo que es el amor real, ese que te desarma y te transforma”. Un sentimiento que, dice, también trajo consigo una nueva vulnerabilidad: “Es como si tu corazón empezara a vivir afuera de tu cuerpo”.
Su guía y referente es su mamá, a quien admira profundamente: “Siempre me apoyó, incluso cuando no estaba de acuerdo. Hoy intento parecerme a ella en todo lo que me hizo sentir amada y segura”. Esa huella de amor busca replicarla a diario con sus hijos, en los rituales que tanto valoran, como los cuentos antes de dormir y las comidas en familia.
Como muchas madres, Valentina reconoce que no todo es perfecto y que aprender a fluir es parte del camino: “Me hubiera gustado que me dijeran que no existe la mamá perfecta, que una hace lo mejor que puede, con todo su amor, y eso es suficiente”.
Y mientras mira hacia el futuro, sueña con que Athena y Leonardo crezcan fieles a su esencia: “Que sean felices, auténticos; que luchen por lo que sueñan y nunca pierdan la dulzura ni esa luz que hoy los hace únicos”.
El Día de la Madre, para Valentina, se celebra en familia, honrando a las mujeres que la inspiran y disfrutando un ratito especial con sus hijos. Porque, como bien dice ella, “ser mamá es el mejor título que se puede tener en la vida”. Y acompañar a sus hijos en su crecimiento es, sin duda, su misión más amorosa y trascendental.