EL DÍA DE MELANIE Y MANU

Toda historia cuenta con un momento inolvidable, y para Melanie Diesel Espínola y Manuel Velázquez Garay, el día de su boda sin dudas es uno de los más importantes. Fue en la edición 103 cuando en las páginas de Chic compartimos este momento tan especial, que se dio el 18 de octubre del 2018 y tuvo como testigo al mar de Cancún, México. Tras dos años de aquella fecha tan importante, la recordamos en detalle gracias a la novia, quien en esta nota, con emociones y risas de por medio, rememoró cada instante.

Fotografía: Lucca Lazzarini

Después de varios años de noviazgo y de muchas experiencias vividas juntos, nos comprometimos el 1 de enero de 2018. Disfrutábamos del verano en La Floresta, Uruguay, donde desde chica siempre pasé con mis primos y familia. Ese lugar tiene un valor superespecial para mí y fue por eso que Manu lo eligió para el compromiso.

Ese año fue muy distinto, fuimos de vacaciones con ambas familias y él ya preparó todo. La noche de Año Nuevo, después de haber brindado todos juntos, me dijo para ir a la playa un rato a ver los fuegos artificiales, y ahí me hizo la pregunta clave. Fue muy emocionante. Entonces entendí por qué toda la noche lo noté tan nervioso. Después se vino de nuevo otro brindis, esta vez ya por el compromiso. Esa noche nos quedamos hasta bien tarde con videollamadas y saludos de los amigos y amigas de ambos, que estaban superfelices y querían saber los detalles.

Ese verano fue genial, era empezar juntos toda una nueva etapa de nuestras vidas. Estábamos superansiosos por lo que se venía. Los preparativos comenzaron ni bien volvimos de nuestras vacaciones, y nos centramos en cubrir cada detalle. Decidimos hacer la boda fuera del país, porque yo siempre había soñado con casarme en la playa, y a él le encantó la idea. Queríamos algo distinto. Manu es muy analítico, él ya había organizado desde antes, investigó incluso el tiempo necesario para coordinar todo, y a partir de ahí planeó la propuesta de matrimonio. Así que de alguna manera ya había hecho gran parte de la tarea.

La coordinación en sí de la boda a distancia fue un poco estresante en ciertas cosas; cambiamos de wedding planner como cuatro veces. Tuvimos que empezar prácticamente de cero en cada ocasión. Recién cuando llegamos a Cancún nos presentaron al organizador final, por así decirlo. Sin embargo, entre los dos disfrutamos del proceso desde el día uno ya que para nosotros era importante que así sea. Además, mi mamá fue el apoyo incondicional que necesitaba, me dio una mano fundamental. Ella cuidó cada detalle de la decoración, incluidos los posaplatos y hasta casi llevó los vasos. Para la ambientación siempre quisimos algo lindo pero sencillo y delicado, y no encontramos eso entre las propuestas del hotel. Así, mi mamá se convirtió en mi wedding planner, ambientadora, psicóloga y más. Ella es decoradora y paisajista, así que hizo genial todo.

El destino fue Cancún. Es uno de los lugares donde está todo preorganizado para bodas, y aunque intentamos hacerlo en otras ciudades o países, México terminó siendo el ideal, ya que está bien preparado para eso.

En todo este proceso, una de las cosas que más disfruté fue idear y hacer el vestido. Si bien yo soy diseñadora textil e indumentaria, decidí confiar en las manos de Romina Ruffinelli. Le planteé todas mis ideas, lo que realmente quería, y juntas logramos algo espectacular. La pieza se hizo de pequeños retazos de diferentes telas, tira tras tira. La verdad, el resultado terminó por ser el soñado, todo lo que siempre quise, ideal para ese momento y para el lugar en que celebramos. Mis zapatos los compré en Brasil en una despedida de soltera familiar que hicimos. De hecho los adquirí antes incluso de tener idea de cómo iba a ser mi vestido. Lo “algo azul” me prepararon mis mejores amigas. El “algo prestado” fue un rosario de oro, que me dio mi tía muy querida, y mi tocado fue de los últimos que hizo Adri Ortiz, creo, así que fui feliz. Este último fue hermoso porque tuvo hasta piedritas de mar, quedó perfecto. Usé unos aros de perlas que me regalaron mis padres junto a una pulsera del mismo material. Estas para mí tienen mucha simbología. De hecho mi anillo de compromiso tiene una y amo porque a pesar de que es una joya preciosa, al mismo tiempo es sencilla y elegante.

Para la boda, mi maquillaje y peinado fueron una réplica de lo que mis estilistas me hicieron como prueba acá en Paraguay. Lastimosamente no pudieron acompañarme, entonces se me ocurrió filmar su trabajo y mostrárselo a los especialistas en Cancún. Finalmente quedé muy contenta con el resultado. Llegamos cuatro días antes de la boda, fue un domingo y nosotros nos casamos un jueves. Dio gusto viajar con todos nuestros amigos y seres queridos, la verdad no pudimos haber pedido más. Los días previos a la boda hicimos algunas actividades, disfrutamos mucho; fue un viaje de casi 100 personas, estaban todos nuestros seres queridos, a excepción de algunos que no pudieron ir. Siempre nos gustó la idea de tener un casamiento bien íntimo y ahí logramos eso. Ese día fue emoción tras emoción. La noche anterior descansamos temprano, estuve acompañada de mis hermanas, mis amigas y mi mamá. Me preparé con ellas en la pieza del hotel. Yo soy superemotiva y en ese entonces los sentimientos estaban a flor de piel.

“El momento en el que entré a la capilla —que es toda de vidrio— fue lindísimo, se veía literalmente la lluvia caer sobre nosotros. le tenía a mi papá a mi lado caminando hasta el altar y a Manu que me miraba superemocionado. Cuando me entregó a él, fue muy especial y lindo”

Toda la semana marcó lluvia, pero nunca llovió, hasta que justo el 18 de octubre —el día de la boda— amaneció nublado. Esto también causó mucho estrés: teníamos que decidir si hacer la fiesta adentro o afuera, por el clima. Ya habíamos, por supuesto, organizado la recepción al aire libre, en la terraza, con vistas al mar evidentemente. Entre idas y vueltas, nos dijeron que aseguráramos y lo hiciéramos adentro, porque si llovía mas tarde, la decoración ya no podía cambiarse y echábamos a perder todo. Yo estaba empecinada en que teníamos que hacer afuera. El pobre de Manu tuvo que soportar toda la presión mientras yo me terminaba de vestir. Finalmente optó por hacerla al aire libre. De esto me enteré recién al término de la ceremonia, ya que él tuvo que decidir por los dos. Le debo por eso hasta el día de hoy.

Cuando llegó la hora de la misa, también el diluvio. La idea era que yo arribara a la capilla por poco en un carrusel, pero terminé en un carrito de golf. Manu con toallas, se empapó. Las anécdotas de ese momento sobran, hasta ahora nos matamos de la risa cuando contamos. Mi mamá, que me acompañó en el carrito de golf, hasta se cayó frente a la iglesia, estaba muy resbaloso el piso, pero feliz se levantó y gritó: «Estoy superbien».

El momento en el que entré a la capilla —que es toda de vidrio— fue lindísimo, se veía literalmente la lluvia caer sobre nosotros. Le tenía a mi papá a mi lado caminando hasta el altar y a Manu que me miraba superemocionado. Cuando me entregó a él, fue muy especial y lindo.

La ceremonia fue híperlinda y simbólica. Nosotros ya conocíamos al sacerdote, que era mexicano, porque antes tuvimos con él algunas charlas virtuales en las que le compartimos sobre nosotros como pareja y nos sirvió mucho prepararnos para ese momento especial. Incluso nos encargamos con Manu de elegir las lecturas, que tenían sus respectivos significados. No pudimos ser más bendecidos porque ni bien terminó la misa, la lluvia paró.

Al llegar de vuelta al hotel donde era la fiesta —porque la misa fue en otro hotel— nos sacamos fotos con el atardecer en la playa y de ahí subimos a la terraza, donde fue la fiesta.

La celebación estuvo cargada de momentos divertidos; mis tíos y tías, primas y amigas nos sorprendieron con un baile y al mismo tiempo Manu y yo sorprendimos a todos con otro baile de salsa que habíamos preparado. Además, mi cuñada y un amigo de él nos cantaron también una canción en medio de la noche. Fue una fiesta íntima y siguió en la pista hasta el último minuto. Tanto que paramos todos dentro de la pileta, le tiraron primero a Manu y después le seguí yo, hasta que no hubo una sola persona que no cayó. Nos divertimos muchísimo.

Realmente creemos que fue un regalo de Dios que para la fiesta hayamos tenido un cielo despejado y un fresco hermoso después de tanta lluvia.

Rescato que gracias a nuestro fotógrafo, Lucca Lazzarini (que es argentino y reside en México, y que por cosas de la vida lo conocimos), tenemos los mejores retratos de todo ese día. Él plasmó cada segundo de la boda y logró fotos impagables.

Para nuestra luna de miel nos decidimos por ir a Orlando, a algunos parques de Disney, y al final a relajarnos a Turks & Caicos, un lugar megarrecomendado para luna de miel.

Ahora ya estamos a días de celebrar nuestro segundo aniversario, una fecha bastante especial por varios motivos, ya que también es el Día de la Virgen de Schoenstatt. Somos felices juntos y guardamos todos los momentos de nuestra boda entre los recuerdos más importantes de nuestras vidas.

Melanie Diesel