EL DÍA DE MONTSE Y PIETRO

A veces no se busca al amor sino que este, inesperadamente, lo encuentra a uno. Bastó una simple coincidencia para que Montserrat Cuevas Lima y Pietro Scappini Bogarín se cruzaran y se enamoraran profundamente. Con Chic fuimos testigos de uno de los capítulos más importantes de esta historia, acompañándolos el día de su boda. Luego de tres años del juramento que se hicieron los dos, en esta edición recordamos aquel momento tan significativo a través de las memorias de la novia.

Fotos: Julio Zárate

Todo comenzó en la víspera de nuestro séptimo aniversario. Como había llegado de Chile mi mejor amiga, Nati Espínola, Pietro me dijo que él organizó una salida, que la previa la haríamos en su casa y que me buscaría a las 21.00. Yo realmente no creí en el horario porque él siempre llega tarde pero, para mi sorpresa, fue puntual; al subirnos a su auto me cubrió los ojos y me llevó hasta el jardín de su casa. Al sacarme la venda vi un camino de velas y flores que terminaba en un techo decorado; bajo él, una mesa con champán.

 Cuando comenzamos a caminar llegamos hasta una pantalla que mostraba fotos de los dos y al final del video decía: “Quiero saber si esta historia puede ser para siempre”. Me hizo explotar un globo muy grande que dentro tenía una carta con la inscripción: “¿Te querés casar conmigo?”. Él estaba arrodillado y yo no pude evitar abrazarle. De repente salieron nuestras familias y amigos que estaban viendo escondidos toda la propuesta. Tras los fuegos artificiales, seguimos festejando con ilusión.

 Los preparativos de la boda empezaron pronto, como una semana después. No dudamos en escoger a Valentina Pangrazio como nuestra wedding planner, ya que ella siempre fue muy amiga de los dos y, cuando nos comentó que quería independizarse y formar The Vow, nos encantó la idea. Coincidió con que, uno o dos meses después de que nos contó sus planes, nosotros nos comprometimos y, por supuesto, le dijimos que íbamos a ser sus primeros novios.

 El que sería mi vestido ideal, desde muy pequeña ya lo buscaba con mi mamá en distintos diseños, así como también la decoración de la boda y todo lo demás. Cuando por fin llegó el gran día, yo tenía más de 100 modelos y debía decidirme por uno. Fui armando el ideal escogiendo parte por parte lo que más me encantaba. Me reuní con la diseñadora Stephanie Barrail para definir las ideas. Si bien fue una pieza clásica, ella se encargó de que tenga un gran destaque por su juego de telares, que le dio un toque distinto y muy hermoso.

 Los accesorios fueron todos superespeciales. Mi tocado fue un regalo de Adri Casco, una amiga muy importante para mí. Por su parte, mi velo fue el mismo que llevó mi suegra en el día de su boda: una mantilla española, complementada con la tela de mi vestido. Como algo prestado, las joyas de mi amiga Lore Basili, quien también las usó en su casamiento. Ceci Canillas, de La Floresta, fue la creadora de mi ramo perfecto, que lució las flores que habíamos escogido con mi mamá hace años y con todos los colores que me fascinan. Una pequeña medalla con la imagen de mi madre y mi abuela, las mujeres de mi vida, ornamentó mi colorido buqué.

 Así también, el rosario me lo trajo mi amiga Bibi Vera de Roma y fue bendecido por el Papa, algo muy significativo porque soy católica. Ese día lleve el perfume Channel de mi prima Meggy López, que es como una hermana para mí, y el brazalete que mi mamá usó en su boda. Realmente, fueron las mejores decisiones porque venían con mucho amor.

 El gran día inició temprano. A las 9.00 de la mañana fui a la casa de mis tíos Miguel y Cocoli, en San Bernardino. Ellos me prepararon un delicioso desayuno y luego un almuerzo liviano, decoraron todo el lugar y estuvieron presentes en cada detalle para que todo sea perfecto. Ese día me sentí demasiado feliz y rara a la vez, como que tardé en darme cuenta de que finalmente sucedería lo que tanto había esperado. Una anécdota muy graciosa fue que mi vestido tardó en llegar y estábamos un poco desesperadas. Entonces, mi prima dijo: “Gente, si la novia no llega no empieza la boda; por ende, a tomar”. Y abrió una botella de champán.

“Ese día me sentí demasiado feliz y rara a la vez, como que tardé en darme cuenta de que finalmente sucedería lo que tanto había esperado”

 Al bajar las escaleras ya toda lista, vi a mi papá y a mi hermano con los ojos llenos de lágrimas. Allí tuve la noción de que había llegado el momento que siempre planeamos con mi mamá. Ellos tres fueron parte de todo el proceso, porque era muy especial para mí. Mi previa fue mejor de lo que imaginé: el cariño que sentí de parte de mis tíos, tías, primas y amigas, quienes estuvieron mimándome y acompañándome todo el tiempo. Fue realmente hermoso. Finalmente llegó la hora de ir a la iglesia Nuestra Señora de la Asunción de San Ber, ya que la misa iniciaba a las 15.00. Mis dos cortejitos fueron mi sobrina, Vale, que se veía tan tierna con su vestido blanco y una coronita de flores; e Ignacio, el hijo de una de las mejores amigas de Pietro, tan elegante con su camisa blanca y pantalón beige con tirantes. Fue él quien me anunció ante todos con un cartel que decía: “Aquí viene la novia”.

 Al entrar al templo sentí muchísima emoción y tengo que admitir que eché unas cuantas lágrimas, porque Pietro temprano fue a organizar la iluminación y la máquina de humo de la iglesia, para que todo sea perfecto. Nunca voy a olvidar la forma en que él me miró cuando me vio de blanco. Terminada la ceremonia, ya como marido y mujer, afuera estaban todos los amigos de él en sus motos esperándonos para escoltarnos en caravana hasta la fiesta.

 Siempre me quise casar al aire libre, con una decoración rústica pero moderna; con mucho verde, marrón y que las flores den los colores al lugar. Por eso escogimos el patio del Club Náutico como el sitio idílico. La ambientación que crearon las chicas de Art Decor fue preciosa, realmente plasmaron mis ideas y sumaron más detalles que quedaron perfectos.

 Una de las cosas que más me gustaron fue la pista de baile que armaron con un techo de hojas verdes y luces colgando; otro toque importante de la decoración fue la barra de tragos 360° de The Brooklyn Hotel, la cual parecía no tener fin. Junto a nuestros invitados comimos paella, que es una de nuestras comidas favoritas con mi esposo.

REGALO DEL CIELO

Montse nos relata en pocas líneas lo que significó para ella escoger la fecha de un momento tan importante: “Yo organizo eventos desde hace muchos años. Todos me preguntaban cómo es que me animaba a casarme en pleno julio al aire libre. Yo estaba segura de que ese sería el día más hermoso de todo el año. Y así fue, un día genial que me regalaron mi mamá y Dios. Fue una boda con demasiado amor y estoy agradecida por eso”.

Esa noche fue un descontrol total. Tocó el grupo Nestorló y los Caminantes, de Néstor López, compañero de Pietro y amigo nuestro que estuvo desde el principio de la rela – ción. Lo mismo con el DJ Guille Preda, quien hizo un show genial. Teníamos unas pistolas de CO2 que tirábamos a la pista. Ya muy tarde, él entró al festejo con la moto chic en medio de la pista de baile a hacer piruetas. Esa velada la describiría como inolvidable, toda la boda, porque realmente fue una excelente farra: hubo mucha risa, música genial, comida y dulces, que son las cosas que mejor nos representan a los dos. Empezó supertemprano y terminó bien tarde. Nadie se quería ir.

 Toda la vida soñé que iba a ser así, pero lo que siempre quise fue que, por sobre todas las cosas, mi casamiento nos represente a mí y a mi pareja, tal como sucedió. Esa noche fue una descripción perfecta de cómo somos Pietro y yo.

Por Montse Cuevas