UNIDOS POR EL DESTINO

Esta historia inició a principios de 2018, cuando Zofia Zuccolillo Zavala decidió espontáneamente salir con sus amigas a un bar de Asunción y se reencontró con un primo a quien no veía desde la infancia; en la emoción del momento, este le presentó a su amigo Javier González Tupper. Si bien ella sintió una química instantánea e inexplicable, jamás imaginó que lo volvería a ver luego de esa noche. Pero el destino hizo lo suyo y tres meses después coincidieron de nuevo y se enamoraron profundamente.

El camino al altar comenzó el 29 de diciembre de 2020, cuando Javi planeó cada detalle para la propuesta e invitó a Zofi a dar un paseo en Majadas de Pirque, durante su estadía en Chile. Allí preparó todo para hacer un picnic en la propiedad. “Caminamos con las canastas en las manos y nos encontramos con un impo[1]nente castillo de 1900. Me tomé el tiempo de apreciar el hermoso paisaje y agradecer por mi salud. Le dije: ‘Gracias por este hermoso día, no me imagino cómo podría ser mejor’. De inmediato él me respondió: ‘¡Yo sí sé cómo!’. Miré a mi izquierda y lo vi arrodillado en el pasto con la cajita abierta”, recuerda ella como si fuese ayer.

El gran día fue previsto para el 14 de agosto pasado, y la iglesia Santísima Trinidad, el escenario para que se dieran el sí, quiero. Zofi llegó enfundada en un vestido traído de Miami de la diseñadora israelí Galia Lahav, con un ramo de Sara Filártiga, y marchó rumbo al amor de su vida acompañada de su papá, Javier Zuccolillo. Tras la ceremonia religiosa, los nuevos esposos y sus invitados se trasladaron hasta Puerto Liebig, donde celebraron su unión con una divertida fiesta cargada de momentos memorables y emotivos. Primero compartieron una previa al aire libre con la presentación de Mente Nativa y al caer la noche pasaron al salón principal. Allí, la pareja ingresó al compás de la canción Los besos, de Greeicy; luego bailaron al ritmo del DJ Hallam y disfrutaron de todos los instantes de su boda soñada bajo la atenta coordinación de Adriana Saccarello.

DETALLES

La ambientación de Puerto Liebig estuvo a cargo de El Depósito. Los asistentes se deleitaron con el menú servido por Talleyrand con una propuesta especial que tuvo varias etapas. Para la previa hubo estaciones de quesos, sushi, comidas de mar y sándwiches. Luego, al entrar al salón principal los recibieron mozos vestidos con trajes rojos antiguos que servían vaka’i en la latita original de la fábrica Liebig. La cena fue un bufé con variedad de comidas, y por último hubo empanadas y tequeños. La barra de tragos fue de Flairs y el pastel de bodas, de Vita Pan. La pareja confió en Julio Zárate y en Desde el Alma, para fotografiar cada instante de su boda.