LA NOCHE DE ALE Y ENZO

Como portadores de emociones, acompañar los momentos especiales está en nuestra esencia y el ideal siempre es recordarlos de la mejor manera posible. En esta edición nos remontamos al pasado 10 de agosto del 2019, cuando acompañamos a Alejandra Dragotto y Enzo Cataldi en su boda. Para rememorar ese importante instante de su historia, invitamos a la novia a que nos hable en detalle acerca de su fecha especial y, desde su perspectiva, nos cuente todo acerca de su inigualable experiencia.

Fotos: Julio Zárate

Todo comenzó con la sorpresa de Enzo, cuando en la víspera de Año Nuevo me hizo la pregunta. Nos comprometimos el 31 de diciembre del 2018 y desde entonces lo festejamos con la familia y amigos; iniciamos al mediodía y para la noche ya fue una doble fiesta. Todo el mundo, en especial Enzo y yo, estábamos muy emocionados, y nuestros seres queridos se encargaron de potenciar más ese instante: nos prepararon algo especial, como la llegada con arroz, fotos y más. Fue superlindo.

Al día siguiente, 1 de enero, ya empezamos con la lista de invitados y de ahí no paramos. Contactamos con Jessica Miralles; aunque hay muchas wedding planners con trabajos increíbles, no tardamos en decidir. Yo sabía que Jessi era para mí, me impresionó el talento que vi en ella. La tranquilidad mezclada con emoción que nos transmitía en cada reunión lo fue todo.

Entre tantas cosas estaba conseguir el vestido indicado y, siendo sincera, de esto fue de lo único que me ocupe a medias. Instagram y Pinterest me ayudaron con algunos detalles, pero conté con la suerte de tener como diseñadora a una de mis mejores amigas: Florencia Nicora. Sin dudas, quería que se encargara de crearlo, ya que me conoce perfectamente, sabe de mis gustos y fue fácil confiar plenamente en ella. Captó lo que quería e incluso lo hizo mejor. El resultado fue una pieza diseñada en organza de seda natural con base de encaje y apliques metálicos, junto con un cinto realizado con orquídeas de filigrana y una larga capa bordada, que reemplazó al velo. Lo que hicieron Flo y tía Nilsa − la mamá de Florencia, con quien trabajó en conjunto− ¡fue de lo más lindo que vi! Me encantó el proceso del vestido, la creatividad que había en cada detalle y el amor que le pusieron.

Las flores de filigrana que lucieron en el cinto eran de mi abuela materna, la Noni; ella no podía faltar ese día y quería representar de alguna forma su alegría de siempre. Pensando en el tocado y las joyas que usaría para mi boda, revisamos sus cosas, encontramos las flores y en un principio solo las iba a llevar para el tocado, pero Flo las probó en el vestido y le dieron el toque final. ¡Hermoso!

El día de mi boda digamos que ya inició la noche anterior. Estuvimos en mi casa con mi mamá, mi hermana −quien es mi melliza− y unas amigas que me mimaron sin parar desde el día uno del compromiso. Creo que nunca en la vida te vas a sentir tan agasajada como en los días previos a tu casamiento. Comimos pizza, tomamos un poco, nos reímos sin parar y analizamos que iba a ser la última noche en mi casa, con la ilusión de lo que nos esperaba al día siguiente.

Cuando nos despertamos, no podíamos creer que llegó el día. Me acuerdo que las tres −mi mamá, mi hermana y yo− nos pusimos hielo y máscaras en la cara, y también tomamos mucha agua, siguiendo los tips que leímos en los blogs de belleza. Pasamos todo ese día juntas y almorzamos en familia. De ahí fuimos a la peluquería, donde continuamos superrelajadas, creo que yo más que ellas.

«Cuando vi a Enzo en el altar, sabía que era exactamente lo que quería y que en ese momento no podía estar más segura y feliz con mi decisión «

Después de escoger el maquillaje y peinado indicados, y ya estando bien listas, partimos al Hotel Palmaroga, donde ya se encontraban mis amigas. Me puse mi hermoso vestido, nos sacamos fotos, tomamos, comimos y nos reímos un montón. Sentí miles de emociones mezcladas y disfruté de todo. Cuando llegó la hora, fui con mi hermana y uno de mis hermanos hasta la iglesia; todos tenían frío, pero yo, con la adrenalina y las emociones, no sentí absolutamente nada.

Ahí −aparte de Enzo que me esperaba−, lo más lindo que vi cuando entré a la iglesia fue a mis alumnitos −soy teacher de preescolar−, quienes me aguardaban con mi papá para recibirme. Ellos se convirtieron en mis cortejos y fue superespecial para mí verles a todos ahí, sin contar que el abrazo de ellos me relajó bastante. Ya ingresando, cuando vi a Enzo en el altar, sabía que era exactamente lo que quería y que en ese momento no podía estar más segura y feliz con mi decisión.

Luego de tantas emociones, de darnos el sí y de ser oficialmente esposos, fuimos a festejar. Para la decoración no me ocupé de nada, confié plenamente en el gusto de mi mamá y el decorador Armando Teme. Recuerdo que se reían de mí porque no me estresaba y cada vez que me llamaban en las reuniones, solo les decía que ellos elijan y me mandaran fotos. Pero nunca voy a olvidar que cuando entré al salón, no podía creer lo que veía, que ese era nuestro casamiento: la ambientación fue lo primero que me impactó. Estuvo compuesta por largas alfombras, arañas y flores naturales, junto con las tablas de quesos y la mesa de postres de la mano del restaurante Talleyrand. Un trabajo impecable.

LA MEMORIA DEL ALMA

Gratitud es el sentimiento que Ale nos comparte con estas líneas: “Estoy infinitamente agradecida con mi mamá y mi hermana, que me organizaron el casamiento y se quedaron conmigo en cada momento; con el team hermoso que me tocó: Jessi Miralles y equipo, Talleyrand, Armando Teme, Julio Zárate, Julio Troche, Flo Nicora y tía Nilsa, Fati Grassi y todas mis amigas que estuvieron para mí desde el día uno”.

No puedo elegir un momento especial de la boda porque disfruté desde que me desperté hasta el último minuto. El vals para mí fue uno de los instantes más lindos y emotivos del casamiento. Fue un baile en vivo con Mauricio y las Cigarras junto a los Kchiporros, que habían hecho para la boda de mi hermano, Julio Troche. Allí el que quería podía entrar a bailar. Gocé de todo: la comida, el concierto de los Kchis, el baile sin parar, todo.

La fiesta terminó afuera del salón con un amanecer hermoso. Comimos huevos, mbeju, chipitas. Nuestros amigos pusieron música desde un auto para que la fiesta continuara. Ahí nos quedamos muchísimo tiempo más, cantando, sacando fotos, riéndonos. En ese momento ya ninguno estaba cuerdo.

Como en ese día, no recuerdo haber sentido una emoción tan grande y linda en mi vida, tanto que ni siquiera la puedo describir con palabras. De los meses que pasaron desde el compromiso hasta el día de la boda, lo que más destaco y valoro es a la familia, los amigos y las personas que ponen todo el amor y el empeño para que las cosas salgan simplemente bien.

Ale Dragotto