PROMESA DE AMOR

Se conocieron casi por casualidad, una noche de 2021, en un bar. Ella no imaginaba que aquel encuentro entre amigos en común sería el inicio de una historia que, con el tiempo, cambiaría su vida. Tardaron un año más en dar el primer paso, pero cuando lo hicieron, todo encajó: las conversaciones interminables y la manera en que el mundo se volvía más sencillo cuando estaban juntos. Así, de forma hasta natural, Florencia Guggiari y Fabrizio Oddone se hicieron novios y cultivaron un amor grande y tierno.

El 17 de mayo, fecha que dedican a celebrar su  cumplemes, ella llegó al departamento de Fabri convencida de que sería una noche como tantas otras. Había velas, flores, una carta sobre la mesa; ella sonrió, pensando que era uno de esos gestos dulces que él suele tener. Pero al girar la vista lo encontró de rodillas, con un anillo en la mano y la pregunta más poderosa en el aire. Y entonces no hizo ni falta pensarlo demasiado, la respuesta fue un rotundo sí y fijaron el 6 de setiembre para encontrarse en el altar.

Esa mañana, Flor amaneció nerviosa y apenas pudo beber un jugo en el desayuno con sus amigas en el Hotel La Misión. Sabía que ese día sería distinto a los demás. Se vistió en la casa de su tía, rodeada de las mujeres de su familia: sus primas, tías y abuelas. El vestido, creado por Tamara Maluff, era una promesa hecha realidad: strapless, con mangas de tul y un cuello alto delicado, exactamente todo lo que había soñado.

Llegó a la iglesia La Piedad en un clásico Mercedes Benz 280 SL, tomada del brazo de su padre. Al escuchar el coro, Flor se esforzó por contener las lágrimas, aunque todo se quebró al ver a Fabri con los ojos brillantes. En ese instante, el tiempo pareció detenerse: la iglesia entera, las miradas, la música, todo desapareció y solo quedaron ellos dos, dándose el sí para siempre.

La fiesta fue en el Castillo de Remanso. Entraron al salón con  Razón,  de Los Caligaris, la canción que los acompañó en los primeros días de su historia, y más tarde, cuando la pista se llenó de luces, bailaron su vals con  Qué bonito es querer,  de Manuel Carrasco. DJ Aya convirtió la noche en una celebración sin pausas, y los invitados, contagiados por la energía de los novios, no dejaron la pista vacía ni un solo instante.

DETALLES

Cada momento de la boda fue cuidado con cariño por Cami Van Humbeeck y su equipo de Passio. La memoria del día quedó eternizada en las fotos de Raúl Villalba, de El Faro Bodas. La deco, obra de El Depósito, lució elegante, romántica, con toques vintage. El menú le fue confiado a Talleyrand, y los dulces, a LF y Twins Bakery.