UN GRAN AMOR
Un entendimiento mutuo pero tácito, un amor que eleva y hace bien. Sin vueltas, dudas ni desencuentros, solo audacia y ganas de proyectar juntos una vida colorida. Así describen el sentimiento que comparten Gyana Michelagnoli Benza y Francisco Griñó Troche.
A casi cuatro años de conocerse, tres de convivencia y dos hijos, Gyana y Francisco reafirmaron su amor ante Dios y su Iglesia, con todas las de la ley. La propuesta de matrimonio fue en Boulder, Colorado, el lugar favorito de él, que pronto se convirtió en uno de los preferidos de ella también. En un brunch con pancakes pintorescos y una caminata hacia un arroyo, en ese momento Francisco le pidió que fuera su esposa. Tenían solo ocho meses de noviazgo, pero la certeza de Gyana trascendió lo cronológico.
La pareja se casó en la capilla San Gabriel de Es Vedrá. Tras extensos preparativos, el gran día llegó en una fresca tarde de junio. La novia arribó a la capilla en un auto vintage, y al descender dejó ver su vestido diseñado a medida por Madera.
Mientras caminaba con su padre hacia su prometido se dio cuenta que esa experiencia tan sublime y surreal la viviría una sola vez pero la recordaría toda la vida. En sus primeras horas de casados hicieron una sesión de fotos con el staff de Julio Zárate: con el lago de fondo y un hermoso atardecer, lograron unas postales únicas. Entraron a la fiesta con la canción She Drives Me Crazy, de Andrew Spencer, y bailaron espontáneamente como lo hacen por las mañanas en casa. Fue un día lleno de amor, alegría y momentos inolvidables. Todo resultó tan perfecto y divertido que Francisco y sus amigos terminaron en la piscina, mojados siguieron con la celebración mientras la novia y sus amigas bailaban alegres y descalzas hasta altas horas de esa inolvidable noche.